Al tener que permanecer encerrada durante una semana, pasó el tiempo leyendo libros y cantando al principio, pero empezó a aburrirse. Con el tiempo, se le hizo costumbre irse a la cama antes de lo usual. Hoy sucedió lo mismo.
Finalmente, alguien apareció junto a Sofía, quien dormía tranquilamente en la cama. El hombre oscuro e inexpresivo se subió silenciosamente encima de ella.
—Sofía.
Sofía no se despertó ni siquiera cuando la llamaron. El hombre levantó la manta y puso la mano sobre el níveo muslo. La suavidad de la piel era placentera en su mano. Los dedos iban subiendo lentamente hasta revelar el slip. La ropa interior cubriendo la intimidad femenina ya era visible. El hombre colocó un dedo sobre la marcada raja frotó suavemente.
—S-sí…
Sólo la frotaba, pero Sofía ya había hecho un ruidito y retorcido su cuerpo. El hombre se rió de eso y presionó más su dedo. No podía entrar más, bloqueado por la tela, pero sentía que la abertura se retorcía e intentaba morderle el dedo.
Mientras más dedos se movían sobre la fina tela, como si fuera a perforarla en cualquier momento, el cuerpo de Sofía también se crispaba y balanceaba. Cuando le quitó la ropa interior empapada, se mostró con una zona inferior madura. La entrada ya estaba chorreante de jugos amorosos, palpitando como si quisiera algo.
Mientras la sujetaba y abría las piernas, el líquido salía. El rostro del hombre se acercó entre las extremidades. La exhalación masculina provocó un movimiento en los pequeños dedos de los pies.
Rápidamente sacó la lengua y lamió el punto apretado, y el jugo de amor se derramó. El hombre hizo un sonido frío y continuó chupando el capuchón.
—Ahh…
Sofía meneó las caderas y él sacó la lengua para hurgar en las paredes internas. Levantó la punta y aplastó el interior; sus labios rozaron la carne de los pétalos. Sofía abrió la boca y dejó escapar un gemido parecido a un suspiro.
—Aaaah, mmm, nghh…
Incluso con las piernas abiertas y temblando de placer, ella no se despertó. Puede haber parecido extraño, pero al hombre no le importó.
Esto se debe a que es una situación creada enteramente él.
—Todavía no sabes lo que has acogido.
Las paredes internas se apretaron por la intrusión de un dedo en el canal resbaladizo. Cuando rápidamente la cantidad subió a dos y embistió, Sofía empezó a temblar y a agitarse.
Con su mano libre, le arrancó el camisón, revelando el cuerpo desnudo de un blanco puro. Aunque ya lo había anticipado, había un sonrojo evidente y pezones erectos. Sofía se crispó tiernamente cuando él rozó con ligereza el rosado pezón con una punta del dedo.
Luego sostuvo los grandes pechos con una mano y los sacudió, pellizcarlos siguió a continuación. Al mismo tiempo, no olvidó continuar con las estocadas por debajo, y emitió un siseo.
—Ojalá hubiera le hubieras hecho caso a los sacerdotes.
Sacó la mano del chorreante agujero y colocó su miembro encima. Intentó introducir algo cuyo grosor avergonzaba a los dedos. Deslizó su pene hasta un lugar inalcanzable para su mano, lo sacó de golpe para volverlo a introducir con la misma velocidad.
—¡Ahhh!
Sofía dejó escapar un gemido cercano al grito y abrió los ojos.
—Q-quién… Quién eres… Tú… ¡Ohhh!
Sofía, incapaz de volver en sí por lo que había sucedido de repente, parpadeó. Luego abrió la boca, sin poder decir algo frente a la repentina oleada de placer. El hombre sonrió.
—Tu Ray.
—¿R… Ray?
Los ojos de Sofía se abrieron de par en par, sorprendida por las palabras del hombre. No tuvo más remedio que hacerlo. Qué significa con ‹Ray›. El Ray que ella conocía era un niño que le llegaba por la cintura, pero este hombre era mucho más grande y fuerte. ¿Será que también se llama Ray? No, antes que cualquier cosa, ¿por qué está haciendo esto?
Los pensamientos no podían continuar más. El hombre que llenaba su interior, molió con fuerza sus paredes, lo suficiente como para hacer un fuerte ruido.
—Sí, ¡ha, ha, ha!
Sofía echó la cabeza hacia atrás y tembló. Gimió largamente y derramó jugos de amor, pero el hombre no se detuvo.
Mientras introducía y sacaba repetidamente su grueso miembro hasta el fondo, la carne interior besaba a lo largo del pene y volvía a entrar una y otra vez. Las paredes internas se contraen ligeramente. Era la primera vez que ella sentía algo así. Sofía gritó, forcejeando con sus manos, aunque sentía que se le iba la cabeza por el constante pico de placer.
—¡D-detente! ¡DETENTE!
—¿En serio?
El hombre respondió con una estocada, Sofía se encogió hacia atrás sorprendida.
—Huh…
Ella gritó. Lo que había dentro era tan grande que estiraba su interior con fuerza. Parecía que el fondo se iba a desgarrar si se movía aunque fuera un poco.
—Tú… Quién…
—¿Todavía no lo captas?
Ella volvió en sí después de escuchar esas palabras. Un momento. ¿Qué dijo ese hombre antes? El hombre dijo claramente que era su Ray. Su… ¿Su? Un segundo. Eso significa…
Miró al hombre. Vió que era como si Ray hubiera crecido. Cabello como el ébano. Ojos negros que a ella le parecían brillantes. Pero ahora…
—… ¿Ray?
Murmuró Sofía con incredulidad. El hombre sonrió alegremente.
—Sí.
No pudo ni escandalizarse. Cuando la agarró por la cintura y volvió a embestirla, su visión se volvió blanca. Cada vez que el hombre atravesaba su interior, se le escapaba un sonido jadeante. Sofía no pudo hacer nada ante la oleada de placer y rindió antes el placer en balde.
Finalmente, su cuerpo perdió fuerza y sus piernas abiertas se volvieron flácidas, así que el hombre levantó una de las piernas. La raja invadida era claramente visible. Él abrió el agarre con sus dedos y se escapó una burbuja clara.
Sofía gimió suavemente de placer a pesar de que sólo la estaba tocando con los dedos. Entonces, el hombre introdujo sin vacilar un dedo en la abertura vaginal, lugar que ya estaba demasiado lleno. Las tensas paredes internas se estiraron y aceptaron la invasión. Al penetrar en la regordeta entrada, el dedo fue cariñosamente acogido.
—Ugh, ugh. Ah, duele…
Sofía frunció el ceño. El hombre sonrió ligeramente y murmuró.
—‹No me gusta esto, no me gusta lo otro›. ¿Qué es lo que le gusta a mi santa?
El hombre sacó el dedo, y escapó un chorro de fluidos lascivos. La sensación de escape fue tan vívida que Sofía se estremeció.
—Ohhh.
Él lamió el dedo empapado de lascivia y después habló con despreocupación, como si acabara de acordarse de algo.
—Sofía. ¿Te gustó que te jodieran delante de la gente?
¿Qué? Esas palabras sonaron nítidas en medio de un mar de jadeos. Ella levantó los ojos y lo miró.
—Salir en público sin ni siquiera llevar ropa interior. ¿Es eso lo que querías conseguir?
—Bueno, lo que… De ninguna manera… Lo que sucedió en el podio, entonces…
—Sólo me aseguré de cumplir tu verdadero deseo. ¿Resultaste ser algo más audaz de lo que pensabas, santa? Yo también me sorprendí. Pero quise ser el primero en entrar aquí abajo. No me quedó más opción que sólo tocarte.
—¡Nghh!
El hombre puso el pulgar sobre el clítoris y lo molió con fuerza. Una sensación de hormigueo llegó de golpe.
—Ahora puedo hacer tanto como quiera.
El hombre levantó las comisuras de los labios y sonrió. Pero Sofía no pudo responder la sonrisa. Sentía que sabía muy bien lo que eso significaba.
—Oh, no. No. No me gusta…
—No te niegues. En el fondo de tu corazón, realmente quieres eso.
Sofía cerró los ojos con fuerza. ¿Será verdad? ¿Ese era un anhelo suyo? ¿Gimotear delante de la gente y mostrar cómo alcanzaba el clímax mientras la tocaban?
Cuando Sofía abrió los ojos, ya estaba delante del podio. Ni siquiera tuvo tiempo de darse cuenta de cómo había sucedido. Realmente abrió los ojos. Los creyentes que estaban rezando la miraron con caras de sorpresa. Ella se miró a sí misma. Estaba al frente, con las piernas abiertas en los brazos del hombre que estaba de pie detrás de ella. Y… La parte inferior desnuda mostraba claramente cómo su vagina se tragaba con fiereza los genitales masculinos. Sofía gritó.
—¡Ahhhh! ¡N-no! ¡No! ¡Lo odio! ¡No! ¡No lo hagas! ¡B-bájame!
Sofía se puso pálida y empezó a forcejear. Cuando sus forcejeos no surtieron efecto, rompió a llorar.
—Woo. Wooo, ugh.
Era tan embarazoso que Sofía quería desmayarse. No podía creer que estaba mostrando su cuerpo desnudo delante de tanta gente, y que además esté gimiendo mientras la penetran los genitales de un hombre.
Perder la cabeza no fue fácil. Sofía movía su cuerpo con todas sus fuerzas, pero sus piernas, que estaban sujetas por el hombre como si estuvieran encadenadas, no se movían.
—Sofía.
Una voz seductora la llamó. Ojos llenos de lágrimas le devolvieron la mirada.
—¿De verdad lo odias?
¿Que si lo odia? ¿Tiene que preguntar eso para saberlo? ¿Hay alguien en el mundo que quiera mostrarse así?
—L-lo odio. Date prisa porque no me gusta. Sácalo… ¡Ugh, hah! ¡Qué estás haciendo…!
El hombre metió su pene dentro, Sofía soltó un alarido. Él la movía de arriba y abajo, haciendo palpitar sus paredes internas; la visión de Sofía se volvió negra al sentir una sensación similar pero diferente a la de antes. Mientras ella levantaba el cuerpo y latía, sentía que el pene se adentraba más.
—Ah, ah, l-lo odio… ¡Para, haaaa! ¡Oh!
Mientras tanto, le preocupaba que los creyentes la vieran. Aunque su visión era borrosa y no podía ver con claridad, podía sentir que la miraban y cada mirada se sentía como una lamida. Qué. Algo… Algo…
—Haaa, eso, mmm, ¡nghh!
Poco a poco, la voz que decía que se detuviera o que no le gustaba se fue apagando. A medida que el placer subía desde abajo, las miradas se sentían más placenteras. Mientras la sensación se intensificaba, el agujero empezó a boquear violentamente y, al sentir decenas de ojos observándola, su cuerpo reaccionó de forma aún más excitada. El flujo chorreaba desde la vagina, y los pezones de los voluptuosos pechos estaban erectos a la espera de ser pellizcados.
—¿Te gusta?
‘¿Me gusta?’ Pensó Sofía aturdida, aferrándose a su razón tambaleante. Bueno. Parecía bueno. No. Muy bueno. Demasiado. Le excitaba estar abierta delante de la gente, y le encantaba que la embistieran con un pene constantemente. Oh, y enseñarlo a todos… Era tan bueno que no podía soportarlo.
—E-está bien, haa…
Lo único que salió de su boca fue que estaba bueno.
—¡Sí! Ugh, sí, oh, bien… Hazlo más, por favor hazlo más…
La fiel santa no pudo controlar su excitación y empezó a sacudir las caderas. Se oyó el fuerte sonido de la carne frotándose contra la carne.
Las paredes internas se contrajeron por el extremo placer y el miembro quedó aprisionado. Cuando el hombre movió su cintura y la penetró, la santa abrió la boca y echó la cabeza hacia atrás.
—¡Uh! ¡Haaa! Tan bueno… ¡Haaaaaa!
Incapaz siquiera de respirar correctamente, tembló y alcanzó el clímax, expulsando a borbotones sus jugos amorosos. Antes de darse cuenta, el suelo estaba empapado por la lascivia derramada. La santa se quedó boquiabierta.